El país que inició enero del 2020 con 16 años de un alto y sostenido crecimiento económico y al que los partidos presentaron sus programas de gobierno, no es el mismo: La mujer cuya preocupación era el salón y recoger los niños a la escuela, ahora atiende la casa, a los niños en ella, al esposo que perdió el empleo y está preocupada porque los programas sociales no son eternos, el hambre asoma, además del miedo al coronavirus.
Hablar a esa República de modificaciones constitucionales es una necedad, porque si bien nuestra moderna Carta Política es un queso gruyere llena de huecos y nuestra legislación electoral, una porquería, esas no están entre las prioridades del momento: Además ¿Cuál es la necesidad de levantar el avispero?
Abrir ese tema desgasta políticamente, sin necesidad; abre la discusión a la rehabilitación de Danilo Medina, que apoya Hipólito, vuelve a la mesa cuestión de la nacionalidad y, desde luego, introduce a la iglesia con el tema de “desde la concepción hasta el nacimiento” con las mujeres que procuran la legalidad del aborto: Hace falta ese alboroto al nuevo Gobierno que recibe un país en quiebra emocional y económica? Claro que no.