Por leer “El abogado en casa” o “El médico en casa” no me convierto en abogado o médico. Con el periodismo sucede igual, hay múltiples listillos dando clases de periodismo por ahí, desde la calle o desde sus casas, a profesionales que debieran ser denunciados.
Los estudios con menos salidas profesionales son los de periodismo y, por supuesto, los de Humanidades en general. Están matando al periodismo y colocando en su lugar otra cosa a la que se le puede llamar información pero nunca periodismo. Informar lo hace cualquiera pero ser periodista no es cualquiera, es una profesión con sus técnicas especiales, su formación y su experiencia, el periodismo ha estado siempre ahogado por el intrusismo pero es que ahora, con la llamada Red de redes, cualquiera se cree que es periodista. O músico, o pintor, o poeta.
Porque yo me lea uno de esos libros llamados El abogado en casa o El médico en casa no me convierto en abogado o médico. Con el periodismo sucede igual, hay múltiples listillos dando clases de periodismo por ahí, desde la calle o desde sus casas, a profesionales que, por educación y formación, no pueden mandarlos literalmente a la mierda desde las ondas de una emisora de radio o de televisión.
Una de las profesiones más imprescindibles carece de salidas profesionales, paradójico, ¿verdad? No creo que deba explicar por qué es imprescindible, lo que sí hay que pensar y repensar es qué está sucediendo con ella, por qué la están matando, algo que ya he explicado de sobra en libros y artículos pero que no está de más recordar.
La profesión de periodista no existe oficialmente. Hay colegios de periodistas muy recientes, de poca implantación en la profesión y con escasísima fuerza ejecutiva. Hay asociaciones de la prensa, sindicatos de periodistas. Al margen de que la politización está muy presente en todas estas instituciones, ninguna posee el poder de un colegio de médicos, de abogados o de arquitectos que te pueden impedir el ejercicio de esas profesiones si cometes determinados delitos o faltas contra sus códigos deontológicos. En el periodismo no ocurre nada de eso, se trata de una profesión altamente insolidaria -el otro extremo de la complicidad médica-, podemos observar a periodistas en radio o televisión mezclando periodismo con publicidad -algo que prohíben los códigos deontológicos del periodismo- y no ocurre absolutamente nada. En el mundo académico, los curriculums y las investigaciones sobre periodística -ciencia que estudia el periodismo- los pueden valorar en el ministerio correspondiente profesores funcionarios de otras especialidades en ciencias sociales: la comunicación y el periodismo aún no se dan a respetar en el ámbito universitario.
A los empresarios del periodismo, como es lógico, les interesa vender y si una cara o una voz que no haya estudiado comunicación les trae dividendos lo mismo les da que haya estudiado o no comunicación, incluso que no haya ejercido, ya la formarán
mismo empresario. A su vez, la diversificación del capital ha provocado que el mismo poder privado que puede ser susceptible de ser investigado periodísticamente se salve de tales “molestias” al ser el propietario directo o indirecto de un medio de comunicación o bien un anunciante destacado. Los accionistas en gran medida son ajenos al periodismo, con intereses en otras esferas comerciales y productivas, así como en sectores industriales y bancarios.
Por último, en este repaso brevísimo, la digitalización de la sociedad ha aumentado enormemente la condición del periodismo como infoentretenimiento y ha dado lugar a la aparición de un público digital al que no interesa el buen periodismo puesto que el buen periodismo exige esfuerzo y dedicación a la lectura. El mundo digital -que lo mismo puede llevarte al saber que a la ignorancia- ha aumentado el número de analfabetos funcionales y ha degradado al periodismo con novedades como los titulares anzuelos y todo tipo de información banal. El océano de “noticias” y datos es tan grande que ya no se necesitan periodistas propiamente dichos, en buena medida sustituidos por los youtubers.
Los medios de comunicación tradicionales -prensa, radio, televisión- van perdiendo relevancia. El conocimiento disminuye, la calidad de la democracia también, el síntoma es la falta de trabajos en el periodismo y las Humanidades. El periodismo sufre porque la democracia y las ansias de comprender lo que sucede en clave global también están sufriendo para dar paso a una sociedad superficial de carpe diem mal entendido que se siente atraída por lo interesante, no por lo importante, no por lo sustancial. Nada nuevo, pero sí mucho más extendido.