De tanto repetirse, las tres causales del aborto, que han dilatado la modernización del Código Penal, se han convertido en una suerte de estribillo o en tabú que los legisladores, de manera irresponsable, rehúsan abordar para no entrar en conflicto con los sectores que están a favor o en contra de la ley. Como una forma de sacarle el cuerpo, en la Cámara de Diputados se ha planteado dividir y conocer ambos proyectos por separado.
Ahora que el presidente Luis Abinader se ha identificado con las tres causales para la interrupción del embarazo el panorama está supuesto a cambiar. Muchos congresistas no se han atrevido a defender ni impulsar las excepciones para permitir la interrupción del embarazo por temor al juicio de la Iglesia católica y algún otro sector, como si se tratara de un problema religioso o ideológico. De la misma manera que el mandatario, el clero puede tener su parecer sobre el derecho a la vida y la salud.
En una entrevista con El País, el jefe del Estado reconoció lo delicado que es el caso del aborto, pero de manera responsable dijo que favorecía la interrupción del embarazo cuando sea resultado de una violación, se ponga en riesgo la vida de la madre o cuando el feto tenga una malformación incompatible con la vida. No se trata, como se advierte, de ponerse a la altura de los países en que la mujer es la que decide si tener o no una criatura.