Joaquín Balaguer, viejo caudillo que gobernó el país durante 22 años murió el 14
Con su muerte, hace justamente 18 años, concluía una prolífera vida política de luces y sombras que afloraban desde el inicio de la Era de Trujillo (1930-1961).
Aquel domingo, un paro cardiaco sorprendió a Balaguer, de 95 años de edad, mientras dormía en su cálida cama del centro médico, donde fue atendido permanentemente por doctores y enfermeras que en vano trataron de salvarle la vida.
Luis Rojas, en ese momento director de la Clínica Abreu, dijo que luego de que se registrara el paro cardíaco en los monitores, los médicos procedieron a practicarle maniobras protocolares de reanimación sin que se obtuvieran resultados satisfactorios.
De acuerdo a reseñas periodísticas de la época, su último momento despierto lo pasó junto a Aníbal Páez, su asistente personal, quien se mantuvo acompañándole en el transcurso de su enfermedad.
Tras su deceso, el cuerpo del líder reformista fue colocado en su residencia, ubicada en la avenida Máximo Gómez, donde se oficiaron dos misas; una encabezada por el cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez y otra por el arzobispo de Santiago, Juan Antonio Flores.
En la vivienda, junto al féretro con su cuerpo, estaba un retrato suyo de fondo y una estatuilla de Jesucristo.
Alrededor del viejo caudillo se desarrollaban las visitas de los sectores políticos que alguna vez lo adversaron con fuerza o los que le temieron y amaron cobijados bajo el clientelismo que creó el manto de su poder.