La República Dominicana está en una compleja transición al desarrollo, en un momento en el que la humanidad es estremecida por una pandemia cuyas consecuencias podrían ser catastróficas para nuestro país. Ese desafío junto a los no resueltos problemas del subdesarrollo, de seguro demandará de líderes que sean capaces de comprender, enfrentar y superar las complejidades que nos trae el siglo XXI. Ya en el pasado reciente nuestro país tuvo que enfrentar dos profundas crisis y dos transiciones que gracias a la calidad del liderazgo, pudimos salir airosos. Por lo que de cara a los procesos presentes y por venir resultaría beneficioso escudriñar nuestra historia contemporánea para que nos arroje luz en un momento en el que estamos abocados a decidir la suerte del país.
La transición a la era post Balaguer
El primer gran desafío de nuestra historia reciente fue superar la era del doctor Joaquín Balaguer e iniciar la nueva etapa dominada por el Partido de la Liberación Dominicana. El éxito en manejar una etapa de transición consiste en saber administrar, sin mayores traumas, el cierre de un ciclo histórico y la apertura y construcción de uno nuevo, así como en saber conciliar los intereses de lo viejo que se resiste a morir, con las aspiraciones de lo nuevo que presiona por nacer.
Así, gracias a los cambios y a las transformaciones hechas, logramos pasar: del pre-modernismo a la modernización, del aislacionismo a la integración, de la era de los desequilibrios a la estabilidad, del crecimiento inconsistente al crecimiento sostenido, del estancamiento democrático a las reformas institucionales, de servicios públicos precarios a la modernización del Estado, etc. Es decir, el proyecto de transición representó una nueva visión del Estado, de la democracia y del desarrollo.