Desde la gesta de la Independencia Nacional del 27 de febrero de 1844 y sus consecuentes ensayos sobre el régimen presidencialista en la República Dominicana, el tema de la reelección presidencial ha ocupado un lugar predominante en el pensamiento y accionar de los partidos políticos nacionales, a tal punto que desde esa época hasta nuestros días la Constitución de la República ha sido modificada unas 39 veces, 32 de las cuales han sido para el establecimiento o no de la reelección presidencial.
Esta práctica, obviamente, ha generado en todos los tiempos fuertes debates que se han concentrado generalmente en enfrentamientos entre posiciones antagónicas. Por un lado aquellos quienes han promovido la reelección presidencial presentándola como un instrumento que garantiza la continuidad de las políticas del Estado y que se apega a las reglas del juego democrático, especialmente, cuando se convierte en un estímulo para que un gobierno con experiencia actúe de forma eficiente, honesta y responsable, con el objeto de que los ciudadanos continúen apoyándolos en las urnas.
Y por el otro lado, los que se oponen y plantean los riesgos de esa maniobra, argumentando la concentración y personificación del poder, agravado por el hecho de que una misma persona y su entorno ejerzan el poder por mucho tiempo, lo que se traduce en debilitamiento de la competencia electoral y la extirpación del principio de alternancia.