Dos años después, Mejía y Luis Abinader, quien fue su compañero de boleta en 2012, decidieron junto a la mayoría de los dirigentes históricos del PRD, abandonar la organización y formar el Partido Revolucionario Moderno (PRM), dándole el tiro de gracia en esta etapa más lúgubre de su existencia. Tras esta división, Vargas decidió aliarse a su principal rival, el PLD, en las elecciones de 2016, para apoyar la reelección del presidente Medina, sufriendo su maquinaria una debacle en su base política, al caer a un cuarto lugar con poco más del 5% de los votos, mientras el PRM y Abinader se situaban en un segundo lugar con 34.98%.
Junto al triunfo de la reelección, Vargas fue designado ministro de Relaciones Exteriores y el PRD volvió apoyar al PLD y su candidato Gonzalo Castillo en los comicios de 2020, continuando su desgaste como partido bisagra. Solo obtuvo 3.57%, ubicándose en el umbral de los partidos minoritarios que debate en los tribunales. Contrario a esa estrepitosa caída en los últimos ocho años de la erosionada popularidad del PRD, el PRM y su candidato Abinader establecieron un precedente en su segunda participación electoral, ganando las elecciones del 5 de julio en primeras vuelta con un 52.52%, derrotando al PLD y su candidato Castillo que obtuvo 37.46% de los votos.
En medio de este panorama, las perspectivas del PRD se advierten sombrías, sin una figura alternativa a la vista, que logre salvarlo de la hecatombe en que se encuentra y la amenaza de aniquilamiento en el escenario político nacional.
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