Había habido huracanes; también pasamos por la crisis financiera global de 2008. Tuvo lugar el atentado del 11 de septiembre y hubo varias amenazas regionales a la salud, desde el síndrome respiratorio agudo grave hasta el virus del Zika.
Sin embargo, durante todas las décadas que Emil Lee ha trabajado en el sector del turismo en la nación insular de San Martín en el Caribe, jamás había visto algo remotamente cercano al impacto de la pandemia del coronavirus.
“Es como si se hubiera apretado un botón para desaparecer el turismo”, dijo Lee, cuya familia dirige un hotel en San Martín (Sint Maarten, en neerlandés), una nación que comparte una isla de 88 kilómetros cuadrados con el territorio francés de Saint-Martin.
La industria del turismo y los viajes a nivel mundial está en peligro.
La cantidad de despidos en el sector aumenta al ritmo impactante de un millón de empleos al día, según el Consejo Mundial de Viajes y Turismo, una agrupación comercial con sede en Londres, y unos 75 millones de empleos están en “riesgo inmediato”. La industria podría perder hasta 2,1 billones de dólares en ventas para finales de este año, según dijo el consejo.
Las fronteras se han cerrado, los aviones se han vaciado, los autobuses turísticos se han quedado estacionados y los hoteles, restaurantes, bares, teatros y museos ya no abren sus puertas. Los sitios turísticos que apenas hace unas semanas rebosaban de visitantes ahora están demasiado tranquilos.
En el Caribe, el impacto ya se está sintiendo a un nivel muy profundo. Ninguna otra región del mundo depende tanto del turismo.
Entre los países y territorios de la región, destaca San Martín, un país bastante autónomo dentro del Reino de los Países Bajos. El turismo representa más del 80 por ciento de su producto interno bruto, de acuerdo con las estadísticas más recientes de la Organización Mundial del Turismo, una agencia de las Naciones Unidas.
Al inicio del año, los líderes de la industria turística de la nación tenían muchas razones para creer que los próximos meses serían favorables.
El país, que tiene una población de unos 41.000 habitantes, casi se había recuperado tras ser arrasado por el huracán Irma en 2017. La tormenta afectó la mayoría de los edificios de la nación y paralizó el aeropuerto antes de continuar su curso por el Caribe y devastar a otras islas a su paso.