Haití, la tierra del vudú, el culto que niega la existencia del cielo y el infierno, está hoy, aunque en susurro, bajo el amplio cristal de una lupa, por un lado sometido a dudas y sospechas legítimas, y en otro flanco ante el asombro de la ciencia.
Y todo a raíz de la más grande tragedia mundial de salud del milenio: el coronavirus. Y luego un evento sin respuesta en esa parte de la isla: El virus llegó allí, pero sus daños, bajo pronósticos de desastre, son tan lentos y bajos que ahora sólo arrojan preguntas.
Desde la plaga de Galeno a la Peste de Justiniano, de la Muerte Negra y el Cólera, la Gripe Rusa, Gripe Española, Gripe Asiática y la Gripe de Hong-Kong, hasta el VHISida y ahora el Covid-19, la humanidad no ha podido escapar a estos mortíferos males.
Estas pestes han dejado, en conjunto, un espeluznante balance de más de 1,036 millones de seres humanos muertos en todas las regiones del planeta.
Cuando estos males se han desencadenado, la nación bajo ataque es irresistible a su empuje mortal y no hay manera de defensa, al menos sólo después de creada una vacuna.
Como la pandemia que abate hoy al mundo, el coronavirus, que llega a este primer sábado de año nuevo con una escalofriante cifra global de 1, 820,668 personas fallecidas y 83, 572, 007 contagiados en 191 países, según consta en el mapa interactivo de la Universidad John Hopkins.
Ante todo esto, Haití es, desde la noche del jueves 19 de marzo del recién finalizado año 2020, cuando reportó sus primeros dos casos de coronavirus, atención de científicos en el área de ciencias de la salud. Están perplejos ante un evento para el que, por el momento, no hay una explicación razonable.
Desde aquella noche empezaron a esparcirse terribles vaticinios, empezando por sus autoridades, de que sobre el vecino de Republica Dominicana se esperaba una catástrofe en pérdidas de vidas humanas por la enfermedad.
Los temores y la publicación de alerta para Haití, el país más pobre del hemisferio occidental, estaba basado en que este tiene un sistema médico quebradizo y una infraestructura hospitalaria fácil de colapsar con una fuerte ola de contagios.