Ha provocado gran revuelo un editorial del sábado del diario estadounidense Washington Post, en el que se reparten culpas por la “piedad conveniente” de la comunidad internacional con Haití y se demanda “una fuerte intervención”.
Que “Haití se hunde cada vez más en el pandemónium” es lo que República Dominicana ha venido advirtiendo y en lo que ha sido incisivo el presidente Abinader, pero que lo diga el Post ayuda a que el mundo tome conciencia de la barbarie instalada en el país vecino.
Incluso, cifras que espantan como que desde que Biden asumió el cargo ha enviado al menos a 26,000 inmigrantes haitianos a su país de origen se quedan cortas si no se cotejan con lo que editorializó elCaribe el pasado 23 de junio: que en año y medio Biden ha sumado más deportados haitianos que los períodos completos de Bush, Obama y Trump, en los que fueron devueltos 17,090.
Hay que coincidir con el Post en sus críticas, que acusan de descuido a la OEA y al Consejo de Seguridad de la ONU, que nunca pasan de hacer tibias declaraciones de preocupación, aunque ahora vuelve a la agenda el tema de una posible intervención militar directa debido a que en julio venció el tiempo asignado a la misión política de la ONU en Haití.
Pero cabe la pregunta de qué podría ser diferente si después de 17 años los Cascos Azules dejaron en Haití todo igual, o peor, que cuando en 2004 se creó la fuerza militar “de paz”.
Mientras, se producen situaciones como la que señala el Post, que cita a la agencia Reuters: la incautación de contenedores con 18 armas de guerra, pistolas y 15.000 rondas de municiones, en un embarque supuestamente de útiles escolares y alimentos enviado desde EE.UU. a la Iglesia episcopal haitiana.
Esperemos, pues, las nuevas decisiones de la ONU, pero las autoridades dominicanas saben que la crisis haitiana ha alcanzado proporciones mayúsculas y, si no se aplican medidas distintas a las que hasta ahora se han aplicado, Haití estaría igual con cascos azules que sin ellos.