GregorioLuperón, padre de la segunda República Dominicana, hablo sobre Santana

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Trasladar los restos del general Pedro Santana del Panteón Nacional a otro lugar de menor dignidad, más que fortalecer la identidad patriótica nacional constituiría una injusta apostasía a la fe democrática de la nación.

Mal podría prestarse el Congreso Nacional para aprobar, sin cometer un sacrilegio, un proyecto de ley que ordena sacar las cenizas de Santana de ese pabellón de la Patria.

La colosal obra en defensa de la República Dominicana de Santana lo hace merecedor de ocupar ese sitial, que es mejor escenario para reverenciar los héroes nacionales.
Independientemente de su visión conservadora, Santana es una héroe nacional con méritos suficientes para su reconocimiento.

Vamos a dejar que sea la espada de la Restauración, Gregorio Luperón, quien exponga algunas consideraciones sobre Pedro Santana, escritas en sus “Notas autobiográficas y apuntes históricos”.

Luperón no se considera partidario ni mucho menos enemigo de “un muerto que fue gran soldado de la patria”.

Con horror a calumniarlo, Luperón traza lisa llanamente algunas líneas sin tener el mérito de una biografía como él manifiesta.

A juicio de Luperón “como hombre moral y honrado, ninguno ha podido serlo más que el general Santana en su país”.

Como soldado -añade Luperón-, tuvo desde el primer día de su carrera, maravillosa penetración, gran perspicacia, admirable entereza, gallardo valor y extraordinaria energía.

Considera que “era un táctico de notable superioridad, con espíritu verdaderamente organizador, amante de la disciplina, con peculiar pericia, gran serenidad y actividad infatigable”.

Y agrega: “Era austero, probo, sincero y apasionado por el orden hasta ser inexorable. Constituía una especie de modelo de los grandes hombres del siglo pasado, sin poder entrar en derecho entre los modernos”.