En cinco años Pedernales ha visto y oído de todo sobre grandes inversiones

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Cualquiera que oiga hablar de actos o iniciativas para el fomento del turismo en Pedernales se va con la imaginación a Bahía de la Águilas, a lo que conoce, a lo que cuentan los medios de comunicación acerca de esta playa o a su experiencia visual a través de redes sociales.

Pedernales, sin embargo, es un mundo ancho que ahora parece que dará, por fin, los primeros pasos en un ámbito que se le ha hecho esquivo por el conflicto legal del que estuvo rodeada la perla de sus esperanzas.

Esta roca es icónica del entorno de Bahía de las Águilas.

Hoy, miércoles día 23 de junio, el presidente Luis Abinader deberá estar iniciando la construcción de las primeras obras para el fomento del turismo, pero en Cabo Rojo, ha informado la Dirección General de Alianzas Público Privadas.

El acto formal ha sido fijado para las 10:00 de la mañana, y de acuerdo con información atribuida al señor Sigmund Freund Mena, director de la entidad, las obras preparan el terreno para el inicio formal, con una inversión de mil millones de dólares para la construcción de 3,000 habitaciones en hoteles ecológicos y de lujo.

Es mucho más
Es que en estos tiempos el turismo se limita, para muchos, a sol y playa. Pero puede ser más que esto, particularmente en Pedernales, donde las puestas de sol son extraordinarias en el lapso de otoño a primavera.

La cumbre de una de las lomas de la sierra del Bahoruco tiene también su particular encanto con una carretera hecha para la explotación de la bauxita en los días del bienestar con la Alcoa Exploration Company, pero que hoy puede ser la atracción de un visitante al que se le ponga la tarea de establecer si la vía sube o baja, si hay por allí un polo magnético o si sólo se trata de un efecto visual.

En los socavones de la explotación minera, en el rojo de la tierra allá en lo alto, hay también una cierta belleza y el misterio de las denominas “tierras raras”, como la hay en el hoyo de Pelempito, puesto en valor en la administración medioambiental del historiador Frank Moya Pons en los primeros años del siglo xxi y, desde luego, en el contraste de los pinares y la temperatura fresca de la parte alta con la guasábara y el sol de acero en las playas y el pueblito.