El relato bíblico del Libro de Génesis describe la rivalidad y posterior lucha entre Caín y Abel, que surgió con la asignación y división de capacidades y poderes dada por Dios a uno y otro hermano, lo que determinó que en Caín naciera uno de los pecados capitales más dañinos del ser humano: la envidia.
La interpretación filosófica del pensamiento hebreo describe este hecho bíblico como el rompimiento de los lazos de solidaridad, camaradería y afectos inherentes a la misma naturaleza humana, por un cambio hacia unas relaciones basadas en el egoísmo, el odio, la avaricia y la opresión hasta llegar a la muerte, representadas por uno de estos hermanos, y que siglos después, continúan marcando los conflictos humanos hasta nuestros días.
El espíritu de Caín se interpreta como la reencarnación del concepto y práctica de la codicia y avaricia en el saqueo de los imperios conquistados, la mentira, el engaño y el autoritarismo como forma y manera de dominación, y la violación e ignorancia de los preceptos legales. Mientras que el discernimiento de Abel se encarna los sentimientos contrarios, como son la justicia, la entereza, la verdad y el sacrificio por los demás, el respeto a la dignidad y la paz de los pueblos oprimidos.