Ochocientos. Se dice en una sola palabra y en menos de tres segundos. Es solo una cifra, pero envuelve décadas e igual número de historias escritas con abundante sudor como para hacer una gruesa biografía, desde el jugador de posición con paso más fugas (Ángel Salomé, tres turnos) o el lanzador de menor trabajo (Ramón Fermín, nueve bateadores en 1,1 innings) hasta los de carreras de inmortales que rellenan sus hojas con hazañas.
De Osvaldo Virgil en 1956 a Lewin Díaz el pasado sábado son ya son 800 peloteros que ha colocado la República Dominicana en las Grandes Ligas, 775 de ellos nacidos en La Hispaniola y los otros 25 en esa diáspora que los miles de kilómetros de distancian no separan al quisqueyano de sus gustos, cultura o tradición.
Pasaron 30 años entre el estreno de Osvaldo Virgil, que se fue adolescente a Nueva York para abrir las puertas, hasta que con el zurdo Hipólito Peña se alcanzara el primer centenar, en 1986. Once años más tarde vino el segundo (José Parra en 1995), pero en lo adelante se aceleró la producción, empujado por el gran desempeño de las primeras generaciones y el establecimiento en el país de academias de los 30 equipos.