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Articulo Felipe Kemp

El turismo de manada
Felipe Kemp

Uno de los mantras que con frecuencia uno escucha y lee en los medios de comunicación locales
es el del “relanzamiento turístico de Puerto Plata”. Por lo que uno lee y escucha, todo el énfasis en el
desarrollo de nuestra provincia parece estar concentrado mayormente en esta área. Y se entiende este
énfasis de las autoridades y empresarios, tanto locales como extranjeros, en hacer que se invierta en
turismo porque estas inversiones son jugoso negocio para los empresarios que se lucran en grande de
dichas inversiones.
En principio, no me opongo a las inversiones en el área turística. Mi objeción es que en nuestra
provincia las inversiones en este sector han creado una ciudad exclusiva. Mientras se construyen
hoteles, hermosos campos de golf y otras obras de infraestructura para los visitantes extranjeros, el
resto de la ciudad es abandonado porque los locales no contamos excepto para votar, pagar impuestos y
ser cada vez más excluidos.
La función de nosotros, los nativos, es la de participar como simples espectadores. Mientras a
los turistas se les ofrece confortables autobuses, jeepetas con aire acondicionado, y choferes bien
vestidos, nosotros, los de aquí, tenemos que conformarnos con motoconchos de aspecto mugriento
porque para las autoridades locales ese es el transporte que nos merecemos los puertoplateños.
A los turistas se les ofrece lo mejor de la cocina dominicana en restaurantes de una higiene
impecable; a nosotros, un mercado cuya suciedad y falta de higiene les dan más el aspecto de un
estercolero que el de un lugar de expendio de alimentos.
A los turistas se les protege celosamente porque no quiere darse la impresión de que somos un
país inseguro. Todo el aparataje de protección, sin embargo, es momentáneo.
No se conoce una ciudad en un solo día, y los turistas que vienen en cruceros a visitarnos
obtienen una vista parcial y condicionada de lo que somos como ciudad. Condicionada porque sus
visitas están planeadas.
Al turista que nos visita se le aísla de la realidad total de nuestra ciudad. Una vez, mientras
regresaba a Nueva York, después de pasar un verano aquí, hablé en el avión con una turista que había
pasado una semana en Puerto Plata. Le pregunté si había salido a conocer la ciudad y me dijo que
durante su estadía en Puerto Plata no salió del hotel donde se había hospedado.
Mientras en otros países la policía ofrece protección tanto a locales como a extranjeros, aquí
existe una policía exclusivamente para turistas. Mientras en otros países un eficiente sistema de señales
y semáforos crea un tráfico que fluye en armonía, tomando en cuenta tanto a peatones como a
conductores de vehículos, aquí se despliega una policía de tráfico que, hipócritamente, intenta dar la
imagen de un orden que solo existe en los días que nos visitan cruceros.
He visitado otros países y he disfrutado de las mismas amenidades culturales a las que tienen
acceso los nativos. En Argentina me paseé a mis anchas por la ciudad de Buenos Aires y Córdoba, me
senté en un café sin que nadie supiera que era extranjero, y visité varias librerías. Y mientras viví en
Estados Unidos conocí y hablé con varios turistas a los que conocí en circunstancias similares: en los

cafés al aire libre que ofrece la ciudad. El precio que pagaban ellos y el que pagaba yo por disfrutar de
esos lugares era el mismo.
Pero aquí los turistas se detectan inmediatamente. Se conocen porque los conducen, como a
ganado, a los lugares preestablecidos por los que tienen la sartén en la mano en este negocio; se
conocen por los buscones que paran lambisconamente el avance de un vehículo para proteger los
turistas que pasean por la ciudad, mientras se les importaría un pepino que a uno de nosotros nos
arrollara un vehículo a alta velocidad.
Abogamos por una ciudad que ofrezca buenos servicios y amenidades no solo a un grupo de
visitantes sino a todos. Esa es la característica de una gran ciudad. Y por desidia, falta de visión y de
planificación, Puerto Plata se ha convertido, hasta ahora, en una ciudad no inclusiva, sino exclusiva.